miércoles, 25 de febrero de 2009

Tiempo en que vivimos


¿Por qué será -me pregunto esta fría mañana- que tanto anhelamos encontrar ese amor que nos deje perplejos, azorados, flotando; ¿qué nos sucede después? ¿será cierto, entonces, que más nos interesa la “cacería amorosa”, que amar verdaderamente y mantenernos comprometidos? ¿qué nos está pasando? tal vez sea el tiempo veloz que hoy nos toca; o porque compramos de barata la idea del imaginario posible y esperamos constantemente que el futuro nos depare mejores situaciones. ¿Qué ocurre con nuestro compromiso en la relaciones personales? Brinca la reflexión; me quedo sin aliento, recupero fuerzas y asomo mis ojos al abismo. Por momentos, creo que nos cuesta más relacionarnos con las personas que nos gustan de las que sentimos podríamos enamorarnos. Noches enteras discutiendo el tema con amigos, algunos reconocen que así es. La idea de pensar que conoces a alguien y que tal vez esta persona estará íntimamente en tu vida, da lugar para que afloren los miedos y entonces salimos corriendo. Varios (palabras más, palabras menos) dijeron: “cuando tienes intimidad sexual con alguien después todo cambia y no ya nada es igual”. Haciendo memoria en mi historia, podría afirmarlo. A simple vista, parece una respuesta cierta. Con seguridad, a muchos nos ha pasado que tenemos sexo con alguien y luego la relación se pone o tensa, o fría o nos enamoramos, o terminamos por no ver nunca más a esa persona. Sin embargo considero un poco injusto para con el sexo, echarle toda la culpa. En todo caso tiene que ver más con nuestras emociones y la propia conciencia que con el acto sexual mismo. Es cierto que el sexo, sobre todo en esta sociedad moralizante y de doble cara, trasforma nuestra percepción del otro/a, pero sobre todo, no olvidemos, que es un reflejo de nosotros mismos, un aspecto de nuestra vida. Miedo. Otras de las respuestas recibidas; ¿a qué realmente? indago ¿a la trasformación? ¡Cuanta necedad cargamos los seres humanos y cuán destructiva puede ser!, pues si de algo podemos estar seguros y bien tranquilos, es que todo lo que tenemos dentro y a nuestro alrededor será trasformado. Si tan sólo pudiéramos aceptar esto, dejar de lado tanta resistencia, sería mucho más sencillo entendernos. El compromiso, comprendido como un instante que vimos y deseamos hacer perdurar en el tiempo futuro, sabiendo que no podemos controlar. El deseo de tener el control sobre las cosas y más aún en las emociones humanas, es lo que tanto daño nos provoca. Sufrimos porque no tenemos esta seguridad, cuando a ciencia cierta la única certeza es el incierto devenir del tiempo y las pautas que este impone. Insistiendo en conservar a puño cerrado aquello anhelado, no hacemos otra cosa que poner en peligro de extinción lo que tanto nos esforzamos por proteger. Fácil de escribir, difícil de entender. Ya dice la voz popular con sapiencia: “el corazón tiene razones que la razón no entiende”, tal vez esta sea la repuesta más cercana que encontré esta mañana, antes de cerrar mi computador.

lunes, 23 de febrero de 2009

¿dudas?


No escribo sin sus ojos; ni una puta palabra sale de mí si no rodea su espíritu; ¡Eso no es amor! pues convence a Dios padre que no, pero a mi regálame otra mamada sabrosa, rica; jálame los pelos; patéame; lléname de leche, tibia, niña, besa mi espalda y arrúllame; dime que me amas y que te quedarás. Sin marcharte mañana

ni pasado,

ni nunca; a mi otro mundo; juráme que aquí, entre tus brazos, bajo tus sábanas, con tu verga, tendré mi lugar,

esperando.

¡Ja...! ¿dudar de eso?; (debo) no puedo, me dices que no fue cierto ¿qué tú no eras mi dueño? no lo creo ¿qué no quedan marcas?

¡No lo creo, caraja madre! No. simple.

Orgullo ¡puta, como pica!

silencio...

hoy no sé qué creo