lunes, 23 de marzo de 2009

Confesiones


Hay días que me levanto con mis deseos al máximo. Abro mis ojos y no puedo concentrarme en nada más que en mis infinitas ganas de tener una piel deliciosa a mi lado. En ocasiones sólo pretendo hacer desaparecer este impulso y me escondo debajo de las sábanas con la esperanza de volver a dormirme. Otras, sé perfectamente que mis planes de refugio no funcionarán, entonces dejo libre mi cuerpo, invento o recuerdo amantes, sueño fantasías; recurro a mis novios con pilas o simplemente me dejo ir con el calor de mis manos. Momentos intensos. Me encanta hacerlo. Conocerme, aprender a darme placer, saber lo que excita, es un arte. Me siento libre y a la vez esclava de mis apetitos voraces.
También aprendí que me deleitan los videos. Experimento dejando mi cámara en un punto fijo para que me filme. Por instantes parezco estar consciente de ella, y en otros me escapo por completo. Me complace desdoblarme; verme dentro y fuera de escena, con ojos propios o creando los ajenos. Observo la belleza de mi cuerpo; mi boca retorcida de placer; mis ojos que se entreabren y cierran, mis piernas temblando esperando recibir gozo. Algunos films son buenos, fantaseo con subirlos a la red. Me pone realmente cachonda pensar en los hombres y mujeres que pueden mirar y disfrutar de mi intimidad. Me excita la idea de exponerme. Estar desnuda frente todos, ser imaginada y deseada, suponer lo que les antoja conmigo y en sus vidas privada. También me apetece entrar en los chats de sexo en vivo y observar a las parejas en su esplendor máximo. Dejan su cámara web conectada y puedes ver lo que hacen sin restricciones. Algunos son excelentes; preparan su set con audio y fetiches: lencería , zapatos de aguja, disfraces de colegialas, esposas; una variación amplia como la imaginación misma. Al verlos mi voracidad explota; mi deseo se funde con ellos; anhelo el instante que yo haga lo mismo. Hace algunos días encontré dos parejas divinas; dignas de los mejores favores del Kamasutra; cuerpos preciosos, pero sobre todo libres en sus movimientos; voyerismo: unos de los máximos deleites de mi placer.

Los juegos son mi perdición, simplemente me encantan. Un amigo me lo dijo: “para ti el sexo no tiene ninguna importancia, si no le encuentras significación”. Es cierto. Ese día terminamos en la cama porque era domingo y sobre todo porque estaba deprimida; fue después de unos buenos “sexy ejercicios” que él se confesó. Es cierto. Un amigo puede darme una “excelente mano” en estos casos, pero no me es suficiente. Me falta un bomboncito; alguien que comparta conmigo la voracidad de mis impulsos; necesito un amante de verdad, de carne y hueso. Que pueda olerlo y extasiarme en su humor; bañar su cuerpo con mi crema favorita (sabor piña colada) y recorrerlo con mi lengua hasta devorarlo; que se extasíe en mi sexo y beba de mi néctar sin prisas ni ataduras; un hombre que sea mi cómplice, que esté dispuesto a volar. Alguien que no se asuste, pero que tampoco pierda de vista que soy una mujer y necesito algo más que sexo. Que una de sus máximas principales sea: “el deseo se despierta con buena conversación, caricias y miradas”. Un amante y un amigo, que comprenda que el reloj y los engaños son los principales enemigos del orgasmo. Un hombre que bese mi senos con la misma pasión que me cuenta un chiste; y encuentre en mi risa el preludio de mis gemidos.
Un regalo exquisito; espero que la vida pronto vuelva a entregarme.

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